Tras varios meses dedicados al mundo del periodismo de medio ambiente en casi todas sus temáticas posibles, uno se da cuenta de la saturación en unos casos de información, y la falta en otros casos de la misma. Todos parecen tener que decir algo respecto a este tema, que es una de las principales preocupaciones del siglo XXI, pero una gran mayoría de los medios publica las noticias de forma salteada, sin relacionarlas con otras informaciones ni intentar interpretarla. Ahí es donde el usuario medio, aquella persona que no tiene una capacidad crítica suficiente como para juzgar la información, se pierde
.Al igual que en otros campos del periodismo especializado, el periodismo mediambiental peca en los medios generalistas de una escasa atención, y en la prensa especializada de un nivel demasiado alto para que alguien que no esté metido en el mundillo pueda comprender en toda su extensión las noticias que le están llegando.
Cuando comencé hace unos meses a trabajar en este campo de especialización no sabía gran cosa sobre política energética ni de regulaciones internacionales sobre el derecho medioambiental, aunque tampoco puede decirse que a día de hoy sea un experto en el tema, por lo menos me suenan y soy capaz de reconocer varias asociaciones o de buscar más rápidamente que antes algún tipo de ley o normativa sobre un tema en particular. El problema es que ese conocimiento adquirido es a base de investigar día tras día como se mueve el mundo del medio ambiente; el lector que entra en una página como esta u otras similares, es probable que simplemente le interese el tema, y que no tenga un bagaje cultural sobre el tema demasiado amplio, como me ocurría a mí mismo. De este modo, en muchas informaciones no sabrá reconocer la importancia real de lo que se le está contando.
Desde aquí abogo por un periodismo medioambiental que procure no solo dar a conocer la noticia en sí, sino también las implicaciones que ésta supone, interpretar la información para poder dar al lector una visión más clara del mundo en el que vive, y de los problemas y el "mamoneo" que sufre el planeta y sus ecosistemas por parte del egoísmo de los gobiernos y las grandes empresas. En el mar de información actual, con distintos puntos de vista saliendo a relucir por un mismo tema (no es la misma opinión sobre los transgénicos la que tiene Greenpeace y la Fundación Antama), se debe intentar guiar al lector, dar informaciones relevantes e intentar cribar las que no aportan nada; se trata de educar a ese lector que entra aquí solo porque quiere saber un poco más sobre su mundo, y cómo éste está amenazado, o cómo aún hay personas y organizaciones que se preocupan, como él mismo, de intentar que el planeta siga adelante, de que perdure la llamada "herencia" para que la disfruten los que vienen después, en un mundo probablemente muy distinto al actual, sobre todo si el paranoma actual continúa de esta manera.
En un mundo donde los países no son capaces de llegar a acuerdos sobre el CO2, donde las cumbres medioambientales no sirven para nada, y donde las resoluciones de la ONU son papel mojado para los países fuertes, los únicos actores sociales capaces de marcar la diferencias son los individuos, que deben darse cuenta de lo que ocurre, deben organizarse y protestar, pedir y exigir a los gobiernos, sean del color que sean, que están hartos de que se trate un problema como el medio ambiente como un simple juego político, al que éstos llaman en época de elecciones para captar votos y después se olvidan. Y para forjar esa conciencia, a ese ·"individuo mediambiental" es necesario formar a los lectores a través de un periodismo especializado de calidad.
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